Calendario publicado por OP Gráficas, Bogotá, con texto de presentación de Javier Gil.
Terra incognita # 1
EL ARTE COMO REENCANTAMIENTO
Diego
Samper siempre ha comprendido el poder
re-velador de la fotografía. Entendiendo el sentido de la palabra “revelar”
como develar, pero también como volver a velar. Su mirada descubre el mundo y al mismo tiempo lo carga de misterio, muestra lo no visible al ojo, aquello que no se acomoda a nuestras rutinas perceptivas o a las codificaciones que regulan la mirada.
Sus imágenes constantemente hacen ver aquello que no vemos, o aquello que no
vemos en lo que vemos, tarea nada despreciable en este devenir imagen del
mundo, en este estar sitiado por imágenes y por
una irrefrenable pulsión de
registro visual a través de todo tipo de cámaras, celulares y demás
dispositivos técnicos. La actual sobreabundancia visual no pasa de ser una exagerada fijación a la
realidad más explícita lo cual nos ha conducido a creer que la vida se reduce a
sus manifestaciones más inmediatas. Las fotografías de Diego Samper, por el
contrario, lejos de obedecer a lo inmediato, crean mundos, ensanchan lo que denominamos “realidad”.
Sus
texturas, colores, ritmos, dinámicas ocultas, estructuras secretas e
imperceptibles, nos redescubren el mundo y sus asombros. Ese impulso a crear
nuevas realidades sitúan su trabajo a
mitad de camino entre lo fotográfico y lo pictórico, distanciándose del usual uso documental o referencial que se hace del
lenguaje fotográfico. La afinidad con la pintura, particularmente notoria en
las obras incluidas en este calendario,
no es explicable por una suerte de virtuosismo técnico, o por una elección estética. Lo que está en
juego es otro lugar de la mirada, sus trabajos se apartan de una mirada
distante, analítica, o racionalizante para ubicarse en clave de escucha y en
profunda resonancia con el mundo natural.
La aparición de planos más esenciales obedece a esa actitud y vocación.
Diego
Samper se suma a aquello que expresara un artista tan ejemplarizante como Paul
Klee. Para él lo visible era solo un ejemplo de lo real y al artista le
correspondería continuar el trabajo creador de la naturaleza a partir de actuar
con ella y como ella. Ese sentimiento de honda pertenencia a la dinámica
creadora de la vida define a Diego Samper como un artista dispuesto a “ir a la
prehistoria de lo visible”, o a ‘ir a la
recóndito a través de lo recóndito”, como afirmara Klee.
En efecto, su trabajo parece remontarse al magma creador de la naturaleza, a ese lugar
en donde ésta se encuentra en trance de hacerse y el artista casi que
intuitivamente es conducido a dar presencia a esa potencia vital. Flujos,
tramas, ritmos, estratos, metamorfosis, dimensiones de una realidad más compleja y poética, nacen de su lente celebrando ese contacto
primordial del artista con la naturaleza.
Sus
mundos son producto de un forzamiento perceptivo, por momentos pareciera captar
fragmentos, zonas de la realidad que
tomadas descontextualiza y aisladamente cobran dimensiones jamás advertidas por
una percepción ceñida a totalidades o identidades mayores. El descentramiento,
la captura de lo minúsculo, los
encuadres, todo ello relanza la
fotografía por universos tan inesperados
como abstractos. Ese proceder caracteriza las imágenes de la serie Travesías. Las fotografías de la serie De la tierra y el fuego son producidas
por una especie de azar provocado por el feliz encuentro de la materia con la
luz. De una acción primordial, propiciada por el propio artista, como es dejar
pasar la luz por cristales irregulares, se sucede un estallido de formas, composiciones y
colores, posteriormente registrados por la cámara. Es
“pintar con la luz”, como
atinadamente lo denomina el propio Diego Samper.
Su
mirada, prolongada en los movimientos de la cámara sobre los objetos, nos
entrega un mundo en continua emergencia.
Todo surge como la vida misma, sin un control
predeterminado, y en ese fluir se anuncia
una especie de alianza entre lo poético y lo sacro. A laa luz de una ecología profunda naturaleza
y espíritu son facetas de una misma unidad,
lo sacro no se presenta como algo separado del mundo material, como algo
trascendente y distante de la vida. Por el contrario, es inmanente a ella, lo sacro es la misma
relación con la existencia. Sus obras nos invitan a contraer
ese vínculo en tanto nos conducen a
establecer relaciones más íntimas, sensibles
y metafóricas con la naturaleza,
a establecer asociaciones y
resonancias entre todo lo viviente. Esta labor, tan poética como ecológica,
afirma lo visible y lo no visible en un solo abrazo. Lo invisible respira en lo visible.
Quizás
la necesidad de reencantamiento del
mundo esté relacionada con otra manera de percibirnos y de
relacionarnos con la vida. Diego Samper pone en juego una posibilidad tan
sensual como espiritual: habitar y
celebrar poéticamente la
existencia.
Javier
Gil
de
la serie “Travesías”. Venezia.
de
la serie “De la tierra y el fuego”. Macrofotografía.
de
la serie “De la tierra y el fuego”. Macrofotografía.
de
la serie “De la tierra y el fuego”. Macrofotografía.
de
la serie “De la tierra y el fuego”. Macrofotografía.
de
la serie “Agua".
de la serie “Travesías”. Ingmarso.
de
la serie “Agua”. Azufrado #2
de
la serie “Agua”. Azufrado #1
de
la serie “De la tierra y el fuego”. Macrofotografía.
de
la serie “Travesías”. Sitges.
de
la serie “De la tierra y el fuego”. Macrofotografía.
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